Todo arrancó con una pregunta que Yago Sierras lanzó a su amigo Guillermo del Barco. “¿Y si cultivamos algas en el Mediterráneo?”. No tenían ni idea del tema, pero llevaban tiempo con el runrún de emprender y el sector les atraía. Analizaron la situación y vieron posibilidades, hasta se decantaron por la ulva lactuca, especie conocida popularmente como lechuga de mar, por su potencial para varios sectores, Crearon la empresa Mediterranean Algae a mediados de 2021 y ahora producen una tonelada anual que pronto serán diez gracias a las nuevas instalaciones que están desarrollando en Alicante, donde tienen sus laboratorios. Extraen los extractos de esta especie para cosmética y también la venden en fresco y en seco como sazonador para alimentación. El año pasado facturaron 50.000 euros y este año duplicarán esa cifra. Siempre con la mirada puesta en crecer: esperan alcanzar su primer millón en 2025.
Silvia Antón, bióloga marina y oceanógrafa del equipo, fue la que eligió el alga. Y Alejandro Simón llegó más tarde para ayudar a emular las condiciones del Mediterráneo en tierra firme. “Cultivar en el mar conllevaba unos trámites muy largos y una inversión enorme, pero esa solución nos permitió seguir adelante”, cuenta Sierras. Este joven equipo —todos tienen 27 años salvo Guillermo, que tiene 29— también tuvo suerte. Sin saberlo, habían decidido cultivar un alga que se reproduce muy fácilmente a través de fragmentos de sí misma. “Crece y, en un determinado momento, una parte se separa generando otro individuo”, explica el emprendedor. Un sistema que ha facilitado su desarrollo en estanques que son más que agua con sal: “Hay que controlar muchísimas variables”.
En sus instalaciones en el vivero de empresas alicantino Príncipe Felipe y el Parque Científico de la Universidad de Alicante cuidan sus producción y luego la tratan para sacarle rendimiento. Por un lado extraen los principios activos de la lechuga de mar que venden a laboratorios de toda España e incluso les sirve para su propia línea de cosméticos, Siwid Cosmetics. Por otro, la preparan para venderla en fresco o en sazonadores (en molinillos similares a los de la pimienta) para bares y restaurantes. Se centran ahí en la lechuga de mar, pero también en otras algas —codium y espagueti de mar, entre otras— que adquieren a recolectores de diferentes puntos del litoral español por petición de sus clientes del canal Horeca.
Mientras crecían, en Cajamar Innova les dieron algunas claves para desarrollar su tecnología y comercializar su producto tras pasar primero por una incubadora y, después, por la aceleradora. De forma paralela la compañía —integrada por sus cuatro fundadores y una quinta persona que se encarga del marketing— participa en diferentes proyectos de I+D con empresas del sector alimentario. Entre otras cuestiones, estudian la introducción de las proteínas o el Omega3 de las algas en distintos productos, sustituyendo los de origen animal y mejorando la sostenibilidad. También han realizado unas pruebas en el Puerto de Alicante para el uso de algas para descontaminar aguas que ahora ampliarán a otros puntos del Mediterráneo y la han testado como bioestimulante para la agricultura.
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